Todos hemos fantaseado alguna vez con ser un héroe o alguien con poderes extraordinarios. Todos nos habremos dicho alguna vez "tú eres mejor que ellos" o "no se merecen tu atención". Todos hemos creído alguna vez en el destino hasta tal punto de pensar que hay mensajes ocultos o señales que te lo advierten. Todos hemos creído alguna vez que alguien nos criticaba o nos sería infiel... Todo eso es completamente normal pero ¿hasta qué punto pueden llegar estos simples pensamientos? ¿Llegará un punto en el que lo creamos con firmeza? Un grano de arena puede convertirse en una montaña y un pensamiento inocente puede convertirse en un delirio.
Desde pequeña fantaseaba con ser una heroína, de viajar por mundos extraños al más puro estilo de Tim Burton y que tenía una identidad diferente en este mundo para que unos espías no me mataran. Parece curioso como las inocentes fantasías de una niña de 5 años acababan llegando hasta el punto de no saber qué está pasando realmente, consumiéndote cruelmente y sin la menor piedad.
También tengo muchos delirios paranoides, promovidos por celos enfermizos y una seguridad personal en el subsuelo. Para mí, esta es la peor parte de este mal llamado esquizofrenia, ya que no hay nada más triste que desconfiar de las personas a las que amas, vivir con pánico de que alguien te hará daño. No tengo ningún método para combatir contra los delirios aparte de la medicación (Abilify 10 y Abilify 15), ya que para mí, es la parte más fuerte y la definición en sí de la esquizofrenia. Se apoderan de tu pensamiento, engulléndolo poco a poco, devorando tu materia gris hasta perderlo todo y permanecer para siempre a tu lado como si de una sombra se tratara.
Todo comienza por una idea inocente, una especie de obsesión en la que tú eres un blanco de todos los pensamientos que van aflorando en tu débil mente. Sí, sueñas con tener poderes y crees que los tienes. Sí, sientes que el hombre que camina detrás de ti quiere matarte y por eso te escondes tras la primera esquina que encuentras. Sí, ves que todas esas personas se están riendo ¿podría ser de tu patético aspecto?... Inocentes preguntas, incómodas y a la vez espeluznantes. Qué bien me lo conozco...
Hubo una temporada en la que empecé a obsesionarme con Rusia hasta el punto de que escuchaba música rusa únicamente, cantaba el himno nacional cada mañana, leía sus noticias todos los días y, sobre todo, llegué a admirarlo más que a mí misma. Me entregué plenamente a ese país hasta que un día se me ocurrió que quizás podría ser una especie de espía con una identidad diferente que debía protegerlo ante cualquier amenaza. Entrenaba parkour y otros deportes para hacerme cada vez más fuerte y estar lo suficientemente preparada para proteger al país de la forma más eficiente posible.
Obsesionada hasta el punto en el que tenía asignado un número de agente del KGB y una identidad secreta (Veronika Kuzmenko), hasta tal punto en el que en ocasiones no respondía a mi nombre original. Cualquiera que insultara a Rusia o soltara algún comentario que lo criticara, yo respondía de la forma más agresiva e insensible posible. Hubo un momento en el que ya me sentía vigilada por el KGB, los cuales me ordenaban misiones cada vez más siniestras.
El delirio puede llegar a ser casi más destructivo que las alucinaciones auditivas que incitan al suicidio, puesto que somos nosotros contra nuestra propia cabeza, ya no somos los dueños de nuestro pensamiento. Nos doblegamos ante nosotros mismos, ya sea por complejo de inferioridad, culpa o cualquier otra causa y la pérdida del control puede ser tanto significativa como peligrosa.
Tampoco es una simple cuestión lingüística la distinción entre locura y cordura, dos conceptos de amplia tradición que sin necesidad de leer a Foucault sabemos que son utilizados
ResponderEliminarde forma tendenciosa desde el discurso dominante de la normalidad.
Ofrecida al enfermo como la única vía razonable,
lógica y realista, la normalidad se convierte en muchos casos en un absurdo método de presión, sobre todo para alguien que ha dinamitado sus concepciones habituales de razón, lógica y realidad.
Es entonces cuando éste se ve confinado a un laberinto de difícil salida, enfrentado a la imposición de una serie de convenciones, las de la cordura, que tienen poco o ningún sentido en su construcción de la realidad y que irán alejándolo poco a poco de su entorno hasta hacerlo incapaz de interaccionar satisfactoriamente con él.